Artículo publicado en The Guardian, lunes 22 diciembre 2008
Por Prem Sikka. Profesor de la Universidad de Essex- Reino Unido. Miembro de Tax Justice Network
Las deficiencias en las normas contables han ocasionado graves daños y están en el centro de la crisis financiera actual. En vez de permitir que sean intereses privados quienes lleven a cabo políticas públicas, las normas contables deberían ser elaboradas por un organismo independiente que represente una pluralidad de intereses. Sin eso, no hay perspectivas de que se produzcan cuentas bancarias transparentes o que se democratice la elaboración de las políticas públicas.
La profundización de la crisis financiera indica la crisis de la democracia. Las élites de las corporaciones han secuestrado demasiados espacios de decisión política y no dan señales de remordimiento ni se avergüenzan de la legitimación de prácticas deficientes. Peor aún, no se les piden cuentas, como muestran las recientes sesiones del Comité del Tesoro de la Cámara de los Comunes sobre el papel de la contabilidad en la crisis bancaria. Es saludable contemplar cómo las élites desarman a los legisladores y a los periodistas para promover sus intereses.
Las reglas globales, o normas contables, para los informes financieros de las empresas son elaboradas por el International Accounting Standards Board (IASB), una organización privada financiada y dominada por las élites de las corporaciones. El regulador británico en materia contable, el Financial Reporting Council (FRC), está también dominado por las élites de las corporaciones. Apacigua a sus interventores (controllers) adoptando las normas contables internacionales redactadas por el IASB pero sin explicar nunca las consecuencias económicas y sociales de esa conformidad.
Todos los bancos alegan haber cumplido con los estándares contables existentes pero las cuentas que publican son opacas. Las reglas contables y los auditores han permitido a los bancos que muestren valores tóxicos con valores inflados y que mantuvieran un pasivo de más de 5 billones de dólares ($5,000,000 millones) fuera de su contabilidad. Ningún banco ha publicado cifras sobre sus activos, su pasivos, sus beneficios o sus pérdidas específicas respecto al Reino Unido o a cualquier otra jurisdicción geográfica determinada. El contribuyente británico ha rescatado bancos sin conocer los importes y los riesgos que le correspondían al Reino Unido.
Las normas contables requieren a las principales empresas que apliquen el “fair value”. Una variante es “Mark-to-market” que permite a las empresas que adopten en su contabilidad los precios de mercado para los activos. En los momentos de precios de activos en alza ese método les conviene a las corporaciones porque respaldados por esas alzas pueden justificar mayores precios e ingresos y aguijonear a los consumidores. Asimismo, unos mayores beneficios aseguran unas remuneraciones más elevadas para los ejecutivos. La dificultad estriba en que muchos mercados son estrechos y sencillamente no permiten un precio adecuado.
Sin inmutarse, quienes establecen las normas permitían otra variante conocida como “mark-to-model”. Esto permitía a los bancos estimar los valores de mercado para los instrumentos financieros (derivados, credit default swaps- una modalidad de aseguramiento de impagos) mediante la aplicación de complejos modelos matemáticos. Estos modelos caseros partían de supuestos sobre eventos futuros inciertos y fueron parte del encubrimiento de cuentas en Enron. Asimismo fallaron en el famoso caso del Long Term Capital Management (LTCM), un fondo de alto riesgo o hedge fund que estaba gestionado por ganadores del Premio Nóbel en economía.
Las deficiencias contables han sido agudamente captadas por un inversor institucional que argumentaba que las normas contables “han permitido que se contabilizara la actividad tipo Ponzi (estafas piramidales), legitimándola mediante las auditorias, en el corazón del sistema bancario.” Algo parecido al “agente inmobiliario que valora una propiedad pasando en coche por la puerta, equiparándola al precio de la casa de al lado, pero que quizás tendría un valor inferior si realmente se le exigiera que observara el interior donde se había hundido la casa”.
Las halagüeñas cifras de activos en los balances convencieron a los bancos para que tomaran prestado dinero real e incrementaran su vulnerabilidad económica. En el comité de supervisión y reforma del gobierno de la Cámara de Representantes de los EEUU, un experto relató que Lehman Brothers que “se había apalancado (endeudado) en más de 30 a 1. Con este apalancamiento, una simple caída del 3,3% en el valor de los activos borra todo el valor de su capital social y deja a la compañía insolvente”. Los principales bancos han informado de ratios de apalancamiento de entre 11:1 y 83:1. Y, sin embargo, quienes elaboran las normas contables no consideran las consecuencias probables de sus políticas.
En contraste con los antecedentes anteriores, el comité del Tesoro de la Cámara de los Comunes británica examinó algunos aspectos del papel de la contabilidad en la crisis bancaria. La transcripción de las sesiones muestra que quienes establecen las normas se dedicaban mucho a vender la historia desacreditada de que la contabilidad es neutral y libre de la política. Pero este cuento de hadas carece de base teórica o fáctica.
Nada es neutral en las normas de contabilidad. Están constituidas por política, como sucede con otras prácticas sociales. Las normas contables son el residuo de negociaciones y componendas entre las élites económicas y, de esta manera, reflejan sus intereses económicos.
Quienes financian y controlan las estructuras que generan las normas contables siempre están en posición de modelar los resultados. Esto les ha permitido organizar prácticas deseables fuera de la agenda política. Por ejemplo, no existen normas contables que requieran a los bancos que informen sobre cómo evaden los impuestos u organizan sus políticas de transferencia de precios para desviar beneficios hacia los paraísos fiscales.
La contabilidad ha hecho un daño grave a demasiados ciudadanos inocentes y está en el centro de la actual crisis financiera. En vez de permitir que los intereses privados que lleven a cabo políticas públicas, las normas contables deberían ser elaboradas por un organismo independiente que represente una pluralidad de intereses. Sin esos, no hay perspectivas de que se produzcan cuentas bancarias transparentes o que se democratice la elaboración de las políticas públicas.
SC
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